domingo, 9 de septiembre de 2012

ACTIIVIDADES EDUCATIVAS

ACTIVIDADES PARA REALIZAR EN EL DÍA DEL AMOR Y LA AMISTAD
 Esta es una de las fechas que se celebra en algunos países con gran entusiasmo y sobre todo ternura y amor. Se resalta la importancia de la amistad entre compañeros de trabajo, escuela, vecinos, amigos, amistades y familiares. De igual forma entre parejas de novios, esposos, enamorados el amor fluye con gran ternura. El 15 de septiembre es un día especial para todas las personas que están enamoradas, ese día los enamorados se obsequian regalos, momentos románticos en lugares propicios para la ocasión restaurantes, salones, discotecas, salen a celebrar ese día tan especial y romántico. Actividades significativas:

  • Realizar avisos, letreros, mensajes sobre el amor y la amistad en sitios visibles de la escuela y sus alrededores. Intercambiar cartas, mensajes, mensajes de texto, notas, con mensajes sobre la amistad a compañeros del salón y otros grados entre sí.
  • Colocar un buzón en la escuela donde los niños escriban mensajes a los docentes y compañeros y amigos en el día del amor y la amistad. Resaltar el valor del amor y la amistad en nuestra vida cotidiana. Escribir una lista de amigos que tengan afinidades con nosotros.
  • Redactar cuentos, historias sobre los amigos y nuestro primer amor de escuela.
  • Actividades relevantes durante la semana del Amor y la Amistad: Lecturas en voz alta, silenciosas. Narraciones de cuentos, experiencias, vivencias sobre la amistad. Descripciones del mejor amigo (a) sus cualidades para ser su amigo.
  • Dibujos alusivos al amor y a la amistad con redacciones del mismo Redacción de cartas, poemas, acrósticos, carteles, afiches. 
  • Forma sopas de letras, crucigramas, rompecabezas, entre otros. Leer, interpretar e ilustrar cuentos. Lecturas de avisos relacionados al amor y la amistad en revistas, periódicos, afiches. 
  • Enviar mensajes secretos a los amigos con un código o símbolo especial a cada letra del abecedario por ejemplo: a = estrella, b= luna, c= nube, d=flor y así sucesivamente. Construcción de sobres con material para guardar los mensajes.

martes, 1 de mayo de 2012

MAPA CONCEPTUAL PRIMERAS COMUNIDADES CRISTIANAS


MAPA CONCEPTUAL NUEVO TESTAMENTO


MAPA CONCEPTUAL ANTIGUO TESTAMENTO


MAPA CONCEPTUAL DE LA BIBLIA


50 AÑOS DE LA CANONIZACIÓN DE SAN MARTÍN DE PORRES


San Martín de Porres
El llamado "santo de la escoba" fue el primer santo negro de América.
"Martín nos demuestra, con el ejemplo de su vida, que podemos llegar a la salvación y a la santidad por el camino que nos enseñó Cristo Jesús: a saber, si, en primer lugar, amamos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todo nuestro ser; y si, en segundo lugar, amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos".
Papa Juan XXIII, ceremonia de canonización, 6 de mayo de 1962


Nació en la ciudad de Lima, Perú, el día 9 de diciembre del año 1579. Fue hijo de Juan de Porres, caballero español de la Orden de Calatrava, y de Ana Velásquez, negra libre panameña.
Martín es bautizado en la iglesia de San Sebastián, donde años más tarde Santa Rosa de Lima también lo fuera.
Son misteriosos los caminos del Señor: no fue sino un santo quien lo confirmó en la fe de sus padres. Fue Santo Toribio de Mogrovejo, primer arzobispo de Lima, quien hizo descender el Espíritu sobre su moreno corazón, corazón que el Señor fue haciendo manso y humilde como el de su Madre.
A los doce Martín entró de aprendiz de peluquero, y asistente de un dentista. La fama de su santidad corre de boca en boca por la ciudad de Lima.
Martín conoció al Fraile Juan de Lorenzana, famoso dominico como teólogo y hombre de virtudes, quien lo invita a entrar en el Convento de Nuestra Señora del Rosario.
Las leyes de aquel entonces le impedían ser religioso por el color y por la raza, por lo que Martín de Porres ingresó como Donado, pero él se entrega a Dios y su vida está presidida por el servicio, la humildad, la obediencia y un amor sin medida.
San Martín tiene un sueño que Dios le desbarata: "Pasar desapercibido y ser el último". Su anhelo más profundo siempre es de seguir a Jesús. Se le confía la limpieza de la casa; por lo que la escoba será, con la cruz, la gran compañera de su vida.
Sirve y atiende a todos, pero no es comprendido por todos. Un día cortaba el pelo a un estudiante: éste molesto ante la mejor sonrisa de Fray Martín, no duda en insultarlo: ¡Perro mulato! ¡Hipócrita! La respuesta fue una generosa sonrisa.
San Martín llevaba ya dos años en el convento, y hacía seis que no veía a su padre, éste lo visita y… después de dialogar con el P. Provincial, éste y el Consejo Conventual deciden que Fray Martín se convierta en hermano cooperador.
El 2 de junio de 1603 se consagra a Dios por su profesión religiosa. El P. Fernando Aragonés testificará: "Se ejercitaba en la caridad día y noche, curando enfermos, dando limosna a españoles, indios y negros, a todos quería, amaba y curaba con singular amor". La portería del convento es un reguero de soldados humildes, indios, mulatos, y negros; él solía repetir: "No hay gusto mayor que dar a los pobres".
Su hermana Juana tenía buena posición social, por lo que, en una finca de ella, daba cobijo a enfermos y pobres. Y en su patio acoge a perros, gatos y ratones.
Pronto la virtud del moreno dejó de ser un secreto. Su servicio como enfermero se extendía desde sus hermanos dominicos hasta las personas más abandonadas que podía encontrar en la calle. Su humildad fue probada en el dolor de la injuria, incluso de parte de algunos religiosos dominicos. Incomprensión y envidias: camino de contradicciones que fue asemejando al mulato a su Reconciliador.
Los religiosos de la Ciudad Virreinal van de sorpresa en sorpresa, por lo que el Superior le prohíbe realizar nada extraordinario sin su consentimiento. Un día, cuando regresaba al Convento, un albañil le grita al caer del andamio; el Santo le hace señas y corre a pedir permiso al superior, éste y el interesado quedan cautivados por su docilidad.
Cuando vio que se acercaba el momento feliz de ir a gozar de la presencia de Dios, pidió a los religiosos que le rodeaban que entonasen el Credo. Mientras lo cantaban, entregó su alma a Dios. Era el 3 de noviembre de 1639.
Su muerte causó profunda conmoción en la ciudad. Había sido el hermano y enfermero de todos, singularmente de los más pobres. Todos se disputaban por conseguir alguna reliquia. Toda la ciudad le dio el último adiós.
Su culto se ha extendido prodigiosamente. Gregorio XVI lo declaró Beato en 1837. Fue canonizado por Juan XXIII en 1962. Recordaba el Papa, en la homilía de la canonización, las devociones en que se había distinguido el nuevo Santo: su profunda humildad que le hacía considerar a todos superiores a él, su celo apostólico, y sus continuos desvelos por atender a enfermos y necesitados, lo que le valió, por parte de todo el pueblo, el hermoso apelativo de "Martín de la caridad".
Su fiesta se celebra el 3 de Noviembre.


LA SEÑAL DE LA CRUZ Y SU SIGNIFICADO



“y verán su rostro y llevarán en la frente su nombre.” Apocalipsis 22:4

Ya dese el Antiguo Testamento se habla referente a un signo en la frente (Ezequiel 9:4), que es el signo de la Tau, que se ordena poner sobre los buenos que era una pequeña cruz o equis de la antigua escritura fenicio-samaritana. La Tau «T» es la última letra del alfabeto hebreo. Decimonona letra del alfabeto griego, que corresponde a la que en el nuestro se llama «te».

También con ocasión del éxodo un signo especial sirvió para proteger a los israelitas contra el ángel exterminador (Éxodo 12:23). Padres de la Iglesia como Tertuliano ya desde el siglo II han visto en esta señal un tipo del carácter bautismal del cristiano, destinado por vocación a la vida eterna.

"En todos nuestros viajes y movimientos, en todas nuestras entradas y salidas, al ponernos nuestros zapatos, en el baño, en la mesa, al prender las velas, al acostarnos, al sentarnos, cualquiera que sea nuestra ocupación, nos marcamos la frente con el signo de la cruz ". (1)

Y después San Cirilo de Jerusalén haciendo eco a Tertuliano también escribía:

“Debemos hacer el signo de la cruz cuando comemos y bebemos, nos sentamos, vamos a la cama, nos levantamos, hablamos, caminamos, en suma: en cada acción (2)


No se sabe exactamente cuando empezaron los cristianos primitivos a signarse con el signo de la Cruz, pero estos testimonios nos dicen que esta es una practica cristiana muy antigua, encontrada también en sarcófagos y pinturas e iconos muy antiguos, y del cual muchos Padres recomendaron este signo en los exorcismos por su eficacia contra todo tipo de molestia demoníaca (3). Por eso satanás odia este signo, y cuando nosotros lo hacemos o el sacerdote lo hace, los demonios huyen. Hacer la señal de la cruz en los momentos de tentación y la confusión es de gran beneficio espiritual.

Este tipo de signo de la cruz se hacia en la frente, y nada mas con el pulgar. Aun vemos esta modo de santiguar cuando en la lectura del Evangelio el sacerdote signado los Evangelios con el pulgar, antes de leer. Luego esta forma de signarse se extendió hacia la boca, y hacia el corazón con algunas variantes en la Iglesia griega y en la Latina, en sus significados, como en el modo acomodar los dedos, pero que en ultima instancia significan lo mismo, i.e., amar a Dios con todo el corazón, alma, mente y fuerza. (Cf. Mat 22:37).

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En la práctica ortodoxa en general, se utiliza la mano derecha. El pulgar, índice y dedo medio son llevados a un punto. Entonces se colocan en la frente después de esto se mueve hacia el plexo solar, hacia el hombro derecho y horizontalmente a través de a la izquierda. El pulgar, el dedo índice y el dedo medio son unidos para simbolizar la Santísima Trinidad, mientras que el dedo anular y el meñique se contraen en la palma de la mano para representar las dos naturalezas de Cristo. (4) 

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En la costumbre de la Iglesia Latina utilizamos los tres dedos empleamos la mano derecha, colocando los dedos índice doblado detrás del pulgar, para formar una cruz, la cual representa las dos naturalezas de Cristo, y los tres dedos verticales representan a la Santísima Trinidad.

En la cultura latinoamericana acostumbramos besar la cruz que formamos con el pulgar y el índice al decir “Amen” como signo de veneración a la Cruz de Cristo y a la Trinidad. Sin embargo algunos teólogos siguieren que debe ponerse la palma de la mano activa en el pecho, como lo hacen muchos sacerdotes en la Misa. La mano extendida con los cinto dedos representan las cinco llagas de Cristo.

¿Que significa?

1. Es un sacramental: Se llaman sacramentales los signos sagrados instituidos por la Iglesia (no inventado por ella) cuyo fin es preparar a los hombres para recibir el fruto de los sacramentos y santificar las diversas circunstancias de la vida. (5)

2. Es un signo de nuestra redención, y un emblema del amor de Dios hacia los hombres. (Un signo es algo que nos revela sensorialmente una realidad ulterior).

3. Es un símbolo de pertenencia a Dios por el bautismo. (Un signo “significa” algo, y un símbolo “simboliza” algo. Los signos pueden ser comprendidos por los seres humanos y, algunos, por los animales; los símbolos no. Los signos señalan; son específicos de un cometido o una circunstancia. Los símbolos tienen un significado más amplio y menos concreto como el símbolo de los apóstoles ,“El credo”).

4. Es una arma contra la tentación, y asechanzas del demonio.

5. Al hacer el signo de la cruz estamos profesando nuestra fe al crucificado, (como cuando nos signamos al pasar un templo católico).

“El cristiano comienza su jornada, sus oraciones y sus acciones con la señal de la cruz, "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén". El bautizado consagra la jornada a la gloria de Dios e invoca la gracia del Señor que le permite actuar en el Espíritu como hijo del Padre. La señal de la cruz nos fortalece en las tentaciones y en las dificultades.” (6)


Que no es.

-No es algo mágico, pese a que es un signo poderoso para ser usado en modo supersticioso.

-No es para usarse en publico, sino en nuestra relación personal con Dios, independientemente de que nos identifique como cristianos católicos.

-No es para hacerse a la carrera, o en garabato.


Santiguar, signar o persignar, ¿cuál es la diferencia?

Del catecismo escrito por el P. Gaspar Astete:

P.: ¿Qué cosa es signar?

R: Hacer tres cruces con el dedo pulgar de la mano derecha, la primera en la frente; la segunda, en la boca; la tercera, en los pechos, hablando con Dios nuestro Señor.

P.: Mostrad cómo.

R.: Por la señal de la santa Cruz + de nuestros enemigos + líbranos Señor Dios nuestro +

P.: ¿Por qué nos signamos en la frente?

R: Para que nos libre Dios de los malos pensamientos.

P.: ¿Por qué en la boca? R: Para que nos libre Dios de las malas palabras.

P.: ¿Por qué en el pecho?

R: Para que nos libre Dios de las malas obras y deseos.

P.: ¿Qué cosa es santiguar?

R: Es hacer una cruz con los dos dedos de la mano derecha desde la frente hasta el pecho y desde el hombro izquierdo hasta el derecho invocando a la Santísima Trinidad. (O cuando el sacerdote da la bendición final)

P.: Mostrad cómo.

R: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amen. (7)

En Latín:

"In nomine Patris" ("En el nombre del Padre")

"et Filii" ("y del Hijo")

"et Spiritus Sancti" ("y del Espíritu Santo").

Persignarse: Significa hacer una combinación de ambas señales anteriores, es decir de signarse y santiguarse, (como cuando se va a proclamar el Evangelio).

“Por la señal de la Santa Cruz,
de nuestros enemigos,
líbranos Señor Dios nuestro.
En el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.”

Es como si dijéramos: "atención, en este momento nos va a hablar Cristo Jesús, nuestro Señor, al que pertenecemos desde el Bautismo.

Cuando trazamos la cruz por nuestro cuerpo, hacemos la invocación a nuestro Dios, al Padre, Su Hijo y el Espíritu Santo, es un signo de nuestra de la fe y de la Iglesia; es por tanto un "mini-credo", que afirma nuestra creencia en el Dios uno y trino, y una oración por la que uno Lo invoca. Con las debidas disposiciones, una indulgencia parcial se obtiene.

Este es un gesto sencillo pero lleno de significado y muy poderoso, es un signo de pertenencia. Cuando entramos en los templos católicos, para ira a Misa o para orar, generalmente hay pequeños contenedores con agua bendita, con la cual nos signamos, estos representa nuestra pila bautismal. Al signarnos con esta agua bendita estamos recordando que somos Cristianos, que Cristo es el origen de mi existencia natural y espiritual, y renovamos nuestras promesas bautismales, rechazando al diablo y a sus tentaciones.

El primero que hizo la "señal de la Cruz" fue el mismo. Cristo, que "extendió sus brazos en la cruz".


¿Cuando debemos hacer la señal de la cruz, o santiguarnos?

Pues como lo ensañaron los primeros cristianos, y los catecismos, es decir, en todo lugar cuando sea necesario hacerlo.

·                     Al iniciar el día.
·                     Al iniciar nuestras oraciones.
·                     Nos santiguamos en los momentos que necesitamos de fortaleza, invocando a la santísima Trinidad.
·                     Nos santiguamos para la concientización de nuestra pertenencia a la santísima Trinidad.
·                     Nos santiguamos al pasar un templo católico en señal de respeto al la presencia Eucarística de Cristo y en el Altar.
·                     Nos santiguamos cuando recibimos la bendición de un sacerdote para manifestar nuestra humildad a la acción del Espíritu Santo, y lo más adecuado es inclinar la cabeza.


¿Como se debe hacer la señal de la Cruz?

Se debe hacer con todo respeto, reconociendo nuestra finitud ante la majestad divina, no se debe de hacer de un modo mecánico, sin sentido, o apresurado. Tampoco se debe hacer este gesto sin la invocación a la Santísima Trinidad, de lo contrario seria un gesto sin sentido, por tato debe ser hecho este signo de una forma consiente y respetuosa.


 Romano Guardini



domingo, 29 de abril de 2012

Día del Buen Pastor



Hoy estamos celebrando el día del Buen Pastor, y agradecemos a Dios por la vida de todos los sacerdotes quienes día  a día van entregando su vida y carismas para conducir al rebaño que Dios les ha puesto en sus manos.  Gracias Dios por el obispo de nuestra Diócesis y por todos los sacerdotes que a ella pertenecen bendícelos y dales la gracia de permanecer firmes en su misión.

Qué significa ser un buen pastor?


«Os aseguro que el que no entra por la puerta en el redil, sino que salta la tapia, es ladrón y salteador. El pastor de las ovejas entra por la puerta. A éste le abre el guarda para que entre, y las ovejas escuchan su voz; él llama a las suyas por su nombre y las saca fuera del corral. Cuando han salido todas las suyas, se pone delante de ellas y las ovejas lo siguen, pues conocen su voz... Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da la vida por sus ovejas; no como el asalariado, que ni es verdadero pastor ni propietario de las ovejas. Éste, cuando ve venir al lobo, las abandona y huye. Y el lobo hace presa en ellas y las dispersa. El asalariado se porta así porque trabaja únicamente por la paga y no le interesan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor, conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, lo mismo que mi Padre me conoce a mí y yo lo conozco a Él. Como Buen Pastor, yo doy mi vida por las ovejas. Tengo también otras ovejas que no están en este redil; también a éstas tengo que atraerlas, para que escuchen mi voz. Entonces se formará un único rebaño, bajo la guía del único Pastor» (Juan 10, 1-17).
El contexto de la parábola es éste: Los pastores del tiempo de Jesús dejaban por las noches sus rebaños en un corral común, con un guarda. Era la manera más fácil de protegerlas de los ataques de los lobos o de los ladrones. Al amanecer, antes de salir el sol, cada pastor recogía sus propios animales y los llevaba a pastar. Cada pastor ha visto nacer y crecer a sus propios corderillos y los conoce bien. Incluso tiene un nombre para cada uno. Las ovejas también reconocen el olor y la voz de su dueño y no siguen a otro. Cada pastor entra en el recinto y llama a las ovejas por su nombre. Una vez fuera, las cuenta y, cuando están todas, camina delante de ellas para conducirlas a pastar al campo, haciendo oír su voz para que no se pierdan. A un extraño, sin embargo, no le siguen. Al contrario, tienen miedo de él y huyen de su presencia, porque no están familiarizadas con su voz.
El verdadero pastor se diferencia claramente de un asalariado. Éste último trabaja por dinero y no le importa la suerte de las ovejas. Esto se ve cuando llegan los lobos hambrientos a atacar el rebaño. Mientras que, en este caso, el dueño de las ovejas arriesga su vida por defenderlas a ellas, el mercenario huye, pensando sólo en salvarse a sí mismo. El buen pastor conoce a sus ovejas y es capaz de distinguir las suyas de las demás, conoce las necesidades concretas de cada una, sufre con ellas las inclemencias del tiempo y el cansancio de los desplazamientos, vela por su rebaño, lo proteje de los enemigos que lo amenazan, cura a las ovejas enfermas, alimenta con solicitud a las preñadas, dedica una atención especial a las más débiles.
Jesús es el verdadero Pastor bueno y generoso que conoce nuestros nombres, nuestras características personales, nuestra historia y que nos ama con un cariño único e irrepetible. Él viene a buscarnos para sacarnos del redil donde estábamos encerrados (la esclavitud del pecado y de la ley) y conducirnos a la libertad de los hijos de Dios. Nos habla, educándonos con sus enseñanzas. Quienes le escuchan saben que sólo Él tiene palabras de vida eterna (Juan 6, 68). Nos alimenta con su propio Cuerpo y su propia Sangre (Juan 6, 55). Nos regala el agua del Espíritu Santo, la única que puede saciar nuestra sed (Juan 4, 14). Nos conduce a la Verdad y la Vida (Juan 14, 6). Nos ha amado hasta el extremo (Juan 13, 1), manifestándonos lo ilimitado de su amor al dar la vida por nosotros (Juan 15, 13). La verdadera felicidad consiste en acogerle y seguirle, porque nadie va al Padre, sino por él.
«Yo conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; por eso me entrego por las ovejas». Jesús describe aquí su relación con los suyos. Entre Él y los creyentes se da el mismo conocimiento profundo e íntimo y el mismo afecto sincero y tierno, que entre Él y su Padre del Cielo. En la Biblia, el verdadero conocimiento no es una mera relación intelectual, sino la comunión en el amor. Conocer a alguien es comprender sus sentimientos más profundos, los motivos por los que actúa de una forma determinada. Tanto como el Padre conoce y ama a Jesús (con un conocimiento y un amor perfectos), Jesús nos ama a nosotros. «¡Oh, Jesús!, que me amas más de lo que yo me puedo amar a mí misma, ni entiendo» (Santa Teresa de Jesús). Nuestro único deseo es conocer cada día más y amar cada momento mejor a Jesús. Para eso escuchamos su voz, nos alimentamos y fortalecemos con la celebración de sus Sacramentos y seguimos sus pasos por los caminos de la vida.
Los creyentes estamos llamados a reconocer la voz de nuestro Pastor, que nos habla al corazón palabras de amor y de comunión íntima en el Cantar de los Cantares (2, 8ss):«¡La voz de mi Amado! Miradlo cómo viene saltando por los montes... Habla mi Amado y me dice: "Levántate, amada mía, preciosa mía, ven a mí. Que ya ha pasado el invierno, han cesado las lluvias y se han ido"... ¡Es tan dulce tu voz, tan hermoso tu rostro... Mi Amado es para mí y yo para Él».
 «"Yo soy el Buen Pastor que conozco a mis ovejas", es decir, que las amo, "y las mías me conocen". Habla, pues, como si quisiera dar a entender a las claras: "Los que me aman vienen tras de mí". Pues el que no ama la verdad es que no la ha conocido todavía... "Quien entre por mí se salvará, y podrá entrar y salir, y encontrará pastos". O sea, tendrá acceso a la fe, y pasará luego de la fe a la visión, de la credulidad a la contemplación, y encontrará pastos en el eterno descanso. Sus ovejas encuentran pastos, porque quienquiera que siga al Señor con corazón sencillo se nutrirá con un alimento de eterno verdor. ¿Cuáles son, en efecto, los pastos de estas ovejas, sino los gozos eternos de un paraíso inmarchitable? Los pastos de los creyentes son la visión del rostro de Dios, con cuya plena contemplación la mente se sacia eternamente».
(S. Gregorio Magno. Homilía 14 sobre los Evangelios)

Para una educación sexual de los hijos



Los sitios web www.educarhoy.org y www.joveneshoy.org
 han creado la sección "Respuestas a un clic" en la que ofrecen a padres y educadores respuestas a las preguntas más frecuentes sobre la educación afectivo-sexual de los adolescentes.

Esta sección cuenta con preguntas tan diversas como: ¿qué relación hay entre amistad y salir con alguien?, ¿qué diferencias hay entre el enamoramiento y el amor?, ¿por qué son especiales las relaciones sexuales?, ¿qué es el método Billings?

Asimismo se puede leer una serie de recomendaciones para hablar sobre la afectividad y la sexualidad con los adolescentes, como tener una actitud de escucha y cercanía con ellos, brindarles confianza, entre otras.


Esta iniciativa surge luego de una serie de estudios, cuyo equipo de investigación es coordinado por el Dr. Jokin de Irala, quien contesta las preguntas que padres y educadores realizan con mayor frecuencia en las conferencias y cursos que brinda.


Los estudios realizados indicaron que los adolescentes acuden a Internet y a sus amigos para informarse sobre sexualidad y afectividad, pero, a la vez, manifestaron que preferirían hablar de esos temas con sus padres.


"En ocasiones, los padres abandonan su deseo de hablar de sexualidad con sus hijos porque no saben cómo hacerlo o simplemente no se atreven", se informa en el sitio web "educar hoy", y recomienda a los padres hablar con sus hijos: "usted nunca lo hará peor que los amigos de sus hijos (...) porque usted cuenta con una gran ventaja: conoce y ama a sus hijos; y será capaz de hablarles mejor de lo que piensa".


El Dr. Jokin de Irala es uno de los científicos más renombrados en el mundo académico internacional, con un centenar de ponencias en congresos nacionales e internacionales, 7 libros, 30 capítulos en libros colectivos. Está casado y tiene 4 hijos.


Es licenciado en medicina y cirugía y doctor en medicina por la Universidad de Navarra (España). Es máster en Salud Pública en la Universidad de Dundee (Escocia) y doctor en Salud Pública por la de Massachussets.


En la actualidad es subdirector del departamento de Medicina preventiva y Salud Pública de la Facultad de Medicina, donde es docente e investigador en epidemiología, reproducción humana y medicina preventiva; y es subdirector del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad de Navarra.

Las vocaciones don de la caridad de Dios




Queridos hermanos y hermanas
 

La XLIX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el 29 de abril de 2012, cuarto domingo de Pascua, nos invita a reflexionar sobre el tema: Las vocaciones don de la caridad de Dios. 

La fuente de todo don perfecto es Dios Amor -Deus caritas est-: «quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4,16). La Sagrada Escritura narra la historia de este vínculo originario entre Dios y la humanidad, que precede a la misma creación. San Pablo, escribiendo a los cristianos de la ciudad de Éfeso, eleva un himno de gratitud y alabanza al Padre, el cual con infinita benevolencia dispone a lo largo de los siglos la realización de su plan universal de salvación, que es un designio de amor. En el Hijo Jesús –afirma el Apóstol– «nos eligió antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor» (Ef 1,4). Somos amados por Dios incluso “antes” de venir a la existencia. Movido exclusivamente por su amor incondicional, él nos “creó de la nada” (cf. 2M 7,28) para llevarnos a la plena comunión con Él.
 

Lleno de gran estupor ante la obra de la providencia de Dios, el Salmista exclama: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para que te cuides de él?» (Sal 8,4-5). La verdad profunda de nuestra existencia está, pues, encerrada en ese sorprendente misterio: toda criatura, en particular toda persona humana, es fruto de un pensamiento y de un acto de amor de Dios, amor inmenso, fiel, eterno (cf. Jr 31,3). El descubrimiento de esta realidad es lo que cambia verdaderamente nuestra vida en lo más hondo. En una célebre página de las Confesiones, san Agustín expresa con gran intensidad su descubrimiento de Dios, suma belleza y amor, un Dios que había estado siempre cerca de él, y al que al final le abrió la mente y el corazón para ser transformado: «¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, más yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti» (X, 27,38). Con estas imágenes, el Santo de Hipona intentaba describir el misterio inefable del encuentro con Dios, con su amor que transforma toda la existencia.
 

Se trata de un amor sin reservas que nos precede, nos sostiene y nos llama durante el camino de la vida y tiene su raíz en la absoluta gratuidad de Dios. Refiriéndose en concreto al ministerio sacerdotal, mi predecesor, el beato Juan Pablo II, afirmaba que «todo gesto ministerial, a la vez que lleva a amar y servir a la Iglesia, ayuda a madurar cada vez más en el amor y en el servicio a Jesucristo, Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia; en un amor que se configura siempre como respuesta al amor precedente, libre y gratuito, de Dios en Cristo» (Exhort. ap.
 Pastores dabo vobis, 25). En efecto, toda vocación específica nace de la iniciativa de Dios; es don de la caridad de Dios. Él es quien da el “primer paso” y no como consecuencia de una bondad particular que encuentra en nosotros, sino en virtud de la presencia de su mismo amor «derramado en nuestros corazones por el Espíritu» (Rm 5,5). 


En todo momento, en el origen de la llamada divina está la iniciativa del amor infinito de Dios, que se manifiesta plenamente en Jesucristo. Como escribí en mi primera encíclica
 Deus caritas est, «de hecho, Dios es visible de muchas maneras. En la historia de amor que nos narra la Biblia, Él sale a nuestro encuentro, trata de atraernos, llegando hasta la Última Cena, hasta el Corazón traspasado en la cruz, hasta las apariciones del Resucitado y las grandes obras mediante las que Él, por la acción de los Apóstoles, ha guiado el caminar de la Iglesia naciente. El Señor tampoco ha estado ausente en la historia sucesiva de la Iglesia: siempre viene a nuestro encuentro a través de los hombres en los que Él se refleja; mediante su Palabra, en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía» (n. 17). 


El amor de Dios permanece para siempre, es fiel a sí mismo, a la «palabra dada por mil generaciones» (Sal 105,8). Es preciso por tanto volver a anunciar, especialmente a las nuevas generaciones, la belleza cautivadora de ese amor divino, que precede y acompaña: es el resorte secreto, es la motivación que nunca falla, ni siquiera en las circunstancias más difíciles.
 


Queridos hermanos y hermanas, tenemos que abrir nuestra vida a este amor; cada día Jesucristo nos llama a la perfección del amor del Padre (cf. Mt 5,48). La grandeza de la vida cristiana consiste en efecto en amar “como” lo hace Dios; se trata de un amor que se manifiesta en el don total de sí mismo fiel y fecundo. San Juan de la Cruz, respondiendo a la priora del monasterio de Segovia, apenada por la dramática situación de suspensión en la que se encontraba el santo en aquellos años, la invita a actuar de acuerdo con Dios: «No piense otra cosa sino que todo lo ordena Dios. Y donde no hay amor, ponga amor, y sacará amor» (Epistolario, 26).
 


En este terreno oblativo, en la apertura al amor de Dios y como fruto de este amor, nacen y crecen todas las vocaciones. Y bebiendo de este manantial mediante la oración, con el trato frecuente con la Palabra y los Sacramentos, especialmente la Eucaristía, será posible vivir el amor al prójimo en el que se aprende a descubrir el rostro de Cristo Señor (cf. Mt 25,31-46). Para expresar el vínculo indisoluble que media entre estos “dos amores” –el amor a Dios y el amor al prójimo– que brotan de la misma fuente divina y a ella se orientan, el Papa san Gregorio Magno se sirve del ejemplo de la planta pequeña: «En el terreno de nuestro corazón, [Dios] ha plantado primero la raíz del amor a él y luego se ha desarrollado, como copa, el amor fraterno» (Moralium Libri, sive expositio in Librum B. Job, Lib. VII, cap. 24, 28; PL 75, 780D).
 


Estas dos expresiones del único amor divino han de ser vividas con especial intensidad y pureza de corazón por quienes se han decidido a emprender un camino de discernimiento vocacional en el ministerio sacerdotal y la vida consagrada; constituyen su elemento determinante. En efecto, el amor a Dios, del que los presbíteros y los religiosos se convierten en imágenes visibles –aunque siempre imperfectas– es la motivación de la respuesta a la llamada de especial consagración al Señor a través de la ordenación presbiteral o la profesión de los consejos evangélicos. La fuerza de la respuesta de san Pedro al divino Maestro: «Tú sabes que te quiero» (Jn 21,15), es el secreto de una existencia entregada y vivida en plenitud y, por esto, llena de profunda alegría.
 

La otra expresión concreta del amor, el amor al prójimo, sobre todo hacia los más necesitados y los que sufren, es el impulso decisivo que hace del sacerdote y de la persona consagrada alguien que suscita comunión entre la gente y un sembrador de esperanza. La relación de los consagrados, especialmente del sacerdote, con la comunidad cristiana es vital y llega a ser parte fundamental de su horizonte afectivo. A este respecto, al Santo Cura de Ars le gustaba repetir: «El sacerdote no es sacerdote para sí mismo; lo es para vosotros»(Le curé d’Ars. Sa pensée – Son cœur, Foi Vivante, 1966, p. 100).
 

Queridos Hermanos en el episcopado, queridos presbíteros, diáconos, consagrados y consagradas, catequistas, agentes de pastoral y todos los que os dedicáis a la educación de las nuevas generaciones, os exhorto con viva solicitud a prestar atención a todos los que en las comunidades parroquiales, las asociaciones y los movimientos advierten la manifestación de los signos de una llamada al sacerdocio o a una especial consagración. Es importante que se creen en la Iglesia las condiciones favorables para que puedan aflorar tantos “sí”, en respuesta generosa a la llamada del amor de Dios.
 

Será tarea de la pastoral vocacional ofrecer puntos de orientación para un camino fructífero. Un elemento central debe ser el amor a la Palabra de Dios, a través de una creciente familiaridad con la Sagrada Escritura y una oración personal y comunitaria atenta y constante, para ser capaces de sentir la llamada divina en medio de tantas voces que llenan la vida diaria. Pero, sobre todo, que la Eucaristía sea el “centro vital” de todo camino vocacional: es aquí donde el amor de Dios nos toca en el sacrificio de Cristo, expresión perfecta del amor, y es aquí donde aprendemos una y otra vez a vivir la «gran medida» del amor de Dios. Palabra, oración y Eucaristía son el tesoro precioso para comprender la belleza de una vida totalmente gastada por el Reino.
 

Deseo que las Iglesias locales, en todos sus estamentos, sean un “lugar” de discernimiento atento y de profunda verificación vocacional, ofreciendo a los jóvenes un sabio y vigoroso acompañamiento espiritual. De esta manera, la comunidad cristiana se convierte ella misma en manifestación de la caridad de Dios que custodia en sí toda llamada. Esa dinámica, que responde a las instancias del mandamiento nuevo de Jesús, se puede llevar a cabo de manera elocuente y singular en las familias cristianas, cuyo amor es expresión del amor de Cristo que se entregó a sí mismo por su Iglesia (cf. Ef 5,32). En las familias, «comunidad de vida y de amor» (Gaudium et spes, 48), las nuevas generaciones pueden tener una admirable experiencia de este amor oblativo. Ellas, efectivamente, no sólo son el lugar privilegiado de la formación humana y cristiana, sino que pueden convertirse en «el primer y mejor seminario de la vocación a la vida de consagración al Reino de Dios» (Exhort. ap.
 Familiaris consortio,53), haciendo descubrir, precisamente en el seno del hogar, la belleza e importancia del sacerdocio y de la vida consagrada. Los pastores y todos los fieles laicos han de colaborar siempre para que en la Iglesia se multipliquen esas «casas y escuelas de comunión» siguiendo el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret, reflejo armonioso en la tierra de la vida de la Santísima Trinidad. 

Con estos deseos, imparto de corazón la Bendición Apostólica a vosotros, Venerables Hermanos en el episcopado, a los sacerdotes, a los diáconos, a los religiosos, a las religiosas y a todos los fieles laicos, en particular a los jóvenes que con corazón dócil se ponen a la escucha de la voz de Dios, dispuestos a acogerla con adhesión generosa y fiel.

BENEDICTO  XVI